cajas de Cornell

Cajitas que contienen objetos coleccionados, recuerdos de otros viajes, fotogramas de seres amados, hojas secas, plumas, amuletos pintados con crayones, cartas perdidas, mapas de nubes, dibujos de corderos, copitos de nieve, canciones de plancha para amores ausentes, cartas con remitentes ilegibles, imágenes de otros tiempos. Todos componen artesanías personales. Todos guardan entre sí una lógica intangible y aunque hacen parte de un todo, también pueden verse de forma independiente. Cada compartimento, un verso, una ficción, una mancha, una huella de lo imposible, de las pesadillas, una ruina- y, a veces, también la muerte.

martes, 2 de diciembre de 2014

lunes, 3 de noviembre de 2014


Stop
Escribías la historia de tu vida
Yo estaba en esa historia
Rich

Capturar la figura                                                                                                               
Cuando el rayo irrumpe
Recomponer la escena
En ese suave aleteo
Poder repetir
De memoria
Cada grieta en el cuerpo
que nos observa en la penumbra.


4’ 33’

(Has notado que cuando lees tus pulmones recogen más aire, como si te estuvieras preparando para cantar o nadar por debajo del agua)

-Todo vendrá por añadidura-diría la abuela balbuciente
Como sólo suceden los milagros cotidianos
En el ir y venir de las manos diligentes
En el perfumado hogar, en el tejido, en la zanja del jardín
Vamos haciendo que el ritual del silencio nos elaboré perpetuamente,
ficciones de nosotros, de lo que fuimos y pudimos ser,
presente etéreo
Aprendemos a enredar los pies en las zarzas
 y luego a llamar a gritos
para que nos liberen.
Tarde recordamos que estamos solos.
No hay salvadores ni plebeyos,
sólo nuestras palabras titilantes
podrían fulminarnos.
Vamos a clavar en árboles y rocas,
Indicaciones para llegar hasta ti
O para perdernos -No apuntales tus palmas
Eso ya lo hicieron antes,
 nadie creyó en su agonía-
 Hemos de repasar el rumor del suelo ardiente
-destruir, recomponer, cavar, enterrar e imaginar su estructura-
Cuando el muro empiece a revelarse, Cuando el agua ondulante
Intente morir
Estaremos listos.
El tiempo de huir se nos fue
ahora vamos tras el rastro del pastel en la ventana
Los mensajes de la oscuridad
hormiga temblorosa
llevo en mi mano tu mano
-Aquí está la libertad- y quieres encerrarme en tu jaula
En un verso
De barrotes resplandecientes
Y me abrazo a estas palabras
Y me quedo quieta
en el hueco de tu ojo abierto.

 Y  luego me quedo en silencio.

lunes, 25 de junio de 2012

POÉTICA DEL SILENCIO


Ahora el silencio
un silencio duro, sin manantiales,
sin retamas, sin frescura,
un silencio que persiste y se ahonda
aun detrás del estrépito
de las ciudades que se derrumban.

Aurelio Arturo


Instrucciones

Antes de empezar la lectura del siguiente texto el lector deberá guardar exactamente sesenta segundos de silencio.


Un grupo de músicos desempaca sus instrumentos, dispone las partituras, se prepara para la acción. El director de la orquesta ingresa, se acomoda en su atril y da comienzo al concierto: un silencio blanco y elástico sobre los rostros de los habituales espectadores se va apelmazando, se va deteniendo, ronda a los músicos, permanece. El tiempo transcurre y ningún instrumento se ejecuta, solo silencio. Una palabra se inscribe sobre el papel como único vestigio de cualquier lenguaje: “Tacet” se lee al inicio de cada parte del concierto. Pasan los segundos y ninguno de los músicos parece inmutarse ante el avance de la pieza. Otros minutos más y el balance aparentemente desalentador continúa: los músicos no ejecutan ninguna melodía. Solo se escuchan las toses, estornudos o carraspeos de los espectadores durante los intermedios. Nada más. Cualquiera que no conozca la pieza podría pensar que se trata de una simple broma. Los tres movimientos transcurren. Después de 4 minutos y treinta y tres segundos la sala de conciertos silenciosa hasta entonces prorrumpe en aplausos y ovaciones. El concierto ha terminado.

  La mujer o el hombre que está sentado a tu lado le tienen miedo al silencio. Cada vez que este intenta la fisura ella o él se llenan la boca con palabras de almizcle que tú escuchas, pruebas y respondes con el mismo tono de miel porque simplemente no quieres que el terror al silencio te aprese. El miedo al silencio es también miedo al vacío. Hemos inventado formulas para entablar diálogos imaginarios. La palabras cotidianas nos sepultan, nos dejan sordos. Nos es casi imposible callar.

Nos han rotulado como sujetos del lenguaje, colmados de palabras para todas la ocasiones, para todas las fiestas, para todos los instantes; ellas instrumentos, armas, tesoros, pan, semen, revelación, ambrosia, palabras-árbol, palabras para la madre, para la patria, para el amor y también para nombrar al silencio.

"Nos faltan las palabras, y las tenemos en exceso, El arte plantea dos objeciones al lenguaje. Las palabras son demasiado burdas. Y además están demasiado ajetreadas: invitan a una hiperactividad de la conciencia que no sólo es antifuncional desde el punto de vista de las facultades humanas para sentir y actuar, sino que además sofoca la mente y embota los sentidos. El lenguaje es degradado a la categoría de acontecimientos" Sontag.

  Son estás las épocas de exceso: percepciones prefabricadas, lenguajes monótonos, repetitivos, repetitivos, huecos. Nos hemos olvidado de hacerle el amor a las palabras. Las gastamos inútilmente. A esas palabras huecas las debemos callar por ahora. ¿Y si no hay palabras, entonces qué? Pues silencio. El silencio es el espacio para detenernos, para escuchar con cuidado. Raymundo Mier en una ponencia sobre la mirada menciona que debemos detenernos para aprender a mirar. Esta mirada contemplativa, muy parecida a la práctica por los pueblos antiguos aplica también a las palabras. En este caso la intención es la misma: debemos detenernos para aprender a escuchar, debemos callar para escuchar mejor. En este caso escuchar no es lo mismo que supuestamente hacemos cuando entablamos conversaciones, casi siempre dominadas por uno de los interlocutores y que degeneran en una suerte de monólogo de egos. La ausencia de palabras hace que cuando estas aparezcan brillen con más luz. El silencio permite escuchar lo que usualmente se escapa, lo que pasa desapercibido. Toda palabra de hecho guarda un silencio. Se hace progresivamente más significativa después de una pausa: se engrandece, se eleva, se hace mística.

  Pero existe otra posibilidad: el silencio como espacio de la sensualidad, la evocación, el erotismo. Dice Paz que el silencio está poblado de signos; el silencio guarda en el todo aquello inefable y secreto. En el ensayo sobre la estética del silencio se menciona a Kyats y a su la metáfora de la urna griega para hablar del silencio: esta es como el alimento del espíritu: llena de melodías “no oídas” que perduran por mucho tiempo, mientras que aquellas que se materializan en sonido desaparecen. El silencio es una fórmula para detener el tiempo, para eternizar lo sagrado, para abarcar nuestro ser.

  Pero el silencio no es total. Ya el músico Cage demostró que aun ante la insonorización de un lugar siempre queda un sonido: los latidos del corazón, la respiración, el material orgánico de propio cuerpo no deja de vibrar. Falsamente se nos enseño que el silencio significa sumisión, decoro. En otras ocasiones el silencio se ha utilizado como forma de agresión o acusación: “el que calla otorga” dicen algunos. Quien calla contempla aquello que se le escapa a las palabras.

Silencio parcial, silencio claro, poblado de sentidos, silencio sublime que rebasa al ser. El que calla no otorga, el que calla no renuncia a su derecho de hablar, se rebela contra un mundo cada vez más hundido en el ruido mesiánico. Este silencio es sonido, este sonido es silencio, este abrazo contrario busca nuestro cuerpo, nos saca de la sombra y la mudez. Dice Heidegger, lenguaje casa del ser, pero si la casa se derrumba, si la casa está sucia y gastada y repetida debemos pintarla con silencio. Para poder ver la estrella fugaz debemos apagar todas las luces, para recuperar el poder de las palabras debemos callar y escuchar atentamente.

El silencio nos convoca; deja nuestra lengua en el clamor de los labios rotos, lengua cansada de adorar al verbo fuera del ser. Ahora que no hay ruido te veo claramente, veo la pie la vaporosa de tu esencia, te escucho palpitar en mi, esta vez te amaré con la certeza de saberte, de encontrarme en ti, pero no diré nada, esperaré hasta que al fin en el vacío me recuerdes porque te he amado, esta vez dejaré que me enseñes el rito de callar y arder.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Olga Orozco


Pavana del hoy para una infanta difunta que amo y lloro
Por Olga Orozco
                                                                                              A Alejandra Pizarnik

Pequeña centinela,
caes una vez más por la ranura de la noche
sin más armas que los ojos abiertos y el terror
contra los invasores insolubles en el papel en blanco.
Ellos eran legión.
Legión encarnizada era su nombre
y se multiplicaban a medida que tú te destejías hasta el último hilván,
arrinconándote contra las telarañas voraces de la nada.
El que cierra los ojos se convierte en morada de todo el universo.
El que los abre traza las fronteras y permanece a la intemperie.
El que pisa la raya no encuentra su lugar.
Insomnios como túneles para probar la inconsistencia de toda realidad;
noches y noches perforadas por una sola bala que te incrusta en lo oscuro,
y el mismo ensayo de reconocerte al despertar en la memoria de la muerte:
esa perversa tentación,
ese ángel adorable con hocico de cerdo.
¿Quién habló de conjuros para contrarrestar la herida del propio nacimiento?
¿Quién habló de sobornos para los emisarios del propio porvenir?
Sólo había un jardín: en el fondo de todo hay un jardín
donde se abre la flor azul del sueño de Novalis.
Flor cruel, flor vampira,
más alevosa que la trampa oculta en la felpa del muro
y que jamás se alcanza sin dejar la cabeza o el resto de la sangre en el umbral.
Pero tú te inclinabas igual para cortarla donde no hacías pie,
abismos hacia adentro.
Intentabas trocarla por la criatura hambrienta que te deshabitaba.
Erigías pequeños castillos devoradores en su honor;
te vestías de plumas desprendidas de la hoguera de todo posible paraíso;
amaestrabas animalitos peligrosos para roer los puentes de la salvación;
te perdías igual que la mendiga en el delirio de los lobos;
te probabas lenguajes como ácidos, como tentáculos,
como lazos en manos del estrangulador.
¡Ah los estragos de la poesía cortándote las venas con el filo del alba,
y esos labios exangües sorbiendo los venenos de la inanidad de la palabra!
Y de pronto no hay más.
Se rompieron los frascos.
Se astillaron las luces y los lápices.
Se degarró el papel con la desgarradura que te desliza en otro
laberinto.
Todas las puertas son para salir.
Ya todo es el revés de los espejos.
Pequeña pasajera,
sola con tu alcancía de visiones
y el mismo insoportable desamparo debajo de los pies:
sin duda estás clamando por pasar con tus voces de ahogada,
sin duda te detiene tu propia inmensa sombra que aún te sobrevuela en busca de otra,
o tiemblas frente a un insecto que cubre con sus membranas todo el caos,
o te amedrenta el mar que cabe desde tu lado en esta lágrima.
Pero otra vez te digo,
ahora que el silencio te envuelve por dos veces en sus alas como un manto:
en el fondo de todo jardín hay un jardín.
Ahí está tu jardín,
Talita cumi.

miércoles, 9 de noviembre de 2011




Instalaciones con escritor , hilo y aguja




¿A DÓNDE VES?

Abro mis ojos
repaso los viejos
fotogramas
recorro uno a uno
los juegos con casillas en
blanco y negro.
Todo se nubla.
Dedos marchitos
que cosen las heridas
construyen, con
vaho, lo invisible
dulce miedo,
quiero tomar tus patitas peludas y arrojarte
lejos de mis ciegos ojos.

Paso horas
colocando un verso en el lugar exacto de mi noche.
lloro a solas,
golpeo los
sombríos armarios de recuerdos.
Abro mi garganta
y juro
Que no moriré sin
ver una vez más.

Palabra-vientre-incendio,
refugios para la
luna oxidada.
piel que recorre
el vértice.
Desenredo mi río
de peces,
Cargo mi valija,
Y parto al fondo
de mi cuarto.
Pero el sueño
llega
Embiste y me
atraviesa
me despoja,
el cuerpo cae como roca
me
retuerzo

enseño mis dientes.
Aún no estoy
lista para ser devorada
aún no
estoy lista para hundirme
en el mar voluptuoso
ni para escuchar
la melodía funesta.
El vértigo pasa
por debajo de mis pies
Se desliza y me
seduce.
La lluvia que
avanza en las ventanas
me hace recordar
que no respiro.
Ojos abiertos
Agua y fango,
perdiendo me pierdo,
irremediablemente
en el cuerpo sobre el cuerpo.

Regreso al hogar,
cuarto vacío
y encuentro lo
que tanto esperaba.
Mis ojos recorren
el espacio del que nunca me he movido
Acá están mis
manos pintadas de mar
Acá el calcinado
pelaje de mi centro.
Vivo con el
rostro en llamas, la mirada
muerta
Como si cargara
un revolver bajo la almohada.
Tocan a la puerta
y no atino a girar la perilla.

¿A quién cantaré,
en qué extraña forma he de perderme cada día?
Escribo palabras
en los espejos y paso
siglos hablando con la noche.
Camino hacia
atrás, muerdo mi mano, lanza que me dibuja
Estoy
inesperadamente triste
dos o tres giros
al cielo, se abre la puerta,
Nadie
solo el susurro
de algún cuervo inesperado.
Nada
solo el sueño que
de nuevo se acerca.
eco agolpándose en el cristal
tiempo que se
funde en el reloj del
cuadro
y yo,
enferma de
obscenidad
hace días que
solo intento aferrarme a tu pelo.
Descorro las
cortinas, cierro mis ojos,
Alguien pregunta ¿A dónde ves?